martes, 14 de febrero de 2012

Texto expositivo 1º ESO

CÓMO CONSTRUIR UN UNIVERSO
Por mucho que te esfuerces, nunca serás capaz de hacerte cargo de qué pequeño, que especialmente insignificantes es un protón: sencillamente demasiado pequeño.
Un protón es una parte inifinitesimal de un átomo, que es en sí mismo, por supuesto, una cosa insustancial. Los protones son tan pequeños que una pizquita de tinta, como el punto de esta “i”, puede contener unos 500000 millones de ellos, o bastante más del número de segundos necesarios para completar medio millón de años. Así que los protones son extraordinariamente microscópicos, por decir algo.
Ahora, imagínate, si puedes – y no puedes, claro-, que aprietas uno de esos protones hasta reducirlo a una milmillonésima parte de su tamaño normal en un espacio tan pequeño que un protón pareciese enorme a su lado. Introduce después, en ese minúsculo espacio, 30 gramos de materia. Muy bien. Ya estás en condiciones de poner un universo en marcha.
Estoy dando por supuesto, obviamente, que lo que quieres es construir un universo inflacionario. Si en vez de eso prefieres construir un universo clásico más anticuado, tipo Gran Explosión, necesitarías materiales suplementarios. Necesitarías, en realidad, agrupar todo lo que hay (hasta la última mota y partícula de materia desde aquí hasta el límite de la creación) y apretarlo hasta reducirlo a un punto tan infinitesimalmente compacto que no tuviese absolutamente ninguna dimensión. A eso es lo que se llama una singularidad.
En cualquier caso prepárate para una explosión grande de verdad. Querrás retirarte a un sitio seguro para observar el espectáculo, como es natural. Por desgracia, no hay ningún lugar al que retirarse, porque no hay ningún lugar fuera de la singularidad. Cuando el universo comience a expandirse no lo hará para llenar un vacío mayor que él. El único espacio que existe es el que va creando al expandirse.
Es natural, pero erróneo, visualizar la singularidad como una especie de punto preñado que cuelga en un vacío ilimitado y oscuro. Pero no hay ningún espacio, no hay ninguna oscuridad. La singularidad no tiene nada a su alrededor, no hay espacio que pueda ocupar, ni lugar. Ni siquiera cabe preguntar cuánto tiempo ha estado allí, si acaba de brotar a la existencia, como una buena idea, o si ha estado allí siempre, esperando tranquilamente el momento adecuado. El tiempo no existe. No hay ningún pasado del que surja.
Y así, partiendo de la nada, surge un nuevo universo. En una sola palpitación cegadora, un momento de gloria demasiado rápido y expansivo, para que pueda expresarse con palabras, la singularidad adquiere dimensiones celestiales, un espacio inconcebible. El primer animado segundo (un segundo a que muchos cosmólogos consagrarán carreras en que irán cortándolo en obleas cada vez más finas) produce la gravedad y las demás fuerzas que gobiernan la física. En menos de un minuto, el universo tiene un millón de miles de millones de kilómetros de anchura y sigue creciendo rápido. Hace ya mucho calor, 10000 millones de grados, suficientes para que se inicien las reacciones nucleares que crean los elementos más ligeros, hidrógeno y helio principalmente, con un poquito de lítio (un átomo cada cien millones). En tres minutos se ha producido el 98% de toda la materia que hay o que llegará a haber. Tenemos un universo. Es un lugar con las más asombrosas y gratificantes posibilidades, un lugar bello, además. Y se ha hecho todo en lo que se tarda en hacer un bocadillo.
Bill Bryson (2008). Una breve historia de casi todo. Editorial RBA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario